Palabras de agradecimiento al final
de la Ordenación episcopal
Catedral de Oviedo, 8 de junio de
2013
“Bendice alma mía al Señor
y todo mi ser a su santo nombre;
bendice alma mía al Señor y no olvides sus
beneficios”.
Con estas palabras del salmo 103 quiero expresar mi acción de
gracias a Dios y a la Iglesia por tantos dones recibidos a lo largo de toda mi
vida cristiana; especialmente por el don de la fe, de la gracia y el de la vocación
sacerdotal, que hoy ha llegado a su plenitud por la ordenación episcopal. Todo
mi ser, pues, bendice y alaba a Dios, a quien sea la gloria por los siglos de
los siglos.
Doy gracias a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, que, a
propuesta del Sr. Arzobispo, ha querido nombrarme Obispo Auxiliar de Oviedo.
Reitero mi filial adhesión al Sucesor de Pedro y prometo mantenerme siempre en
comunión con su Magisterio y con el Colegio Episcopal.
Mi gratitud también a nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz Montes,
ordenante principal, al Sr. Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Renzo
Fratini, y a los demás hermanos obispos que me han impuesto las manos y orado con la
Plegaria de Ordenación, confiriéndome así el don inmerecido del episcopado.
Espero colaborar fielmente y ayudar en todo lo que pueda al Sr.
Arzobispo, a quien me une una gran amistad y sintonía pastoral desde su llegada
a Asturias, para bien del Pueblo de Dios que peregrina en Asturias. En este
día, siento la necesidad de expresar especialmente mi cariño y cercanía a
nuestro Arzobispo emérito, que me ordenó presbítero y hoy ha sido obispo
coordenante. A todos mis hermanos obispos: a los que habéis venido hoy a
concelebrar y a todos los que se han unido a esta celebración por medio de la
oración, y que, en días pasados, me hicieron llegar, de diversos modos, su
afecto y cercanía espiritual: muchas gracias.
Agradezco de corazón la presencia de los sacerdotes del
presbiterio diocesano –mis hermanos- y de otras diócesis, así como de los
seminaristas y los miembros de la Vida consagrada. Admiro profundamente la
vitalidad espiritual y pastoral de nuestro presbiterio y deseo entregarme a la
obra de la nueva evangelización manteniéndome muy unido a vosotros, los
sacerdotes, y a los consagrados y consagradas que sirven a la Iglesia en nuestra diócesis.
Deseo saludar especialmente a aquellos que son los preferidos del
Señor, y a los que también yo quiero tener por amigos –mis mejores amigos- en
el ejercicio del ministerio episcopal: los pobres, los empobrecidos a causa de
las injusticias, los enfermos, los afligidos, los que, alejados de la Iglesia,
buscáis a Dios, los que padecéis las consecuencias del mal y del pecado de los
hombres. Sabed que estaré siempre a vuestro lado y que por vosotros ruego
continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, que murió por nosotros y
resucitó para nuestra salvación.
Apreciadas autoridades políticas, judiciales y militares, y
miembros de los organismos e instituciones aquí presentes: muchas gracias por
acudir a esta celebración. Sé la estima que les merecen tanto la Iglesia
católica como la labor que ésta desarrolla al servicio de la sociedad, y deseo
sinceramente contribuir, unido al Sr. Arzobispo, a que se mantenga el espíritu
de diálogo entre las instituciones y al progreso del pueblo asturiano, con el
fin de que se alcancen mayores cotas de justicia, paz social y bienestar, tanto
material como espiritual, de nuestra comunidad.
Saludo ahora con mucho cariño a mis feligreses de la parroquia y a
la comunidad educativa del colegio parroquial de San Nicolás de Bari de Avilés;
a los feligreses de las parroquias de San Antonio de Oviedo, Teverga, Cangas
del Narcea y Villalegre, y a todos los fieles laicos que de una o de otra forma
habéis estado unidos a mi ministerio sacerdotal a lo largo de estos treinta y
tres años. Me habéis hecho muy feliz. El ser obispo no me separa de vosotros,
sino que me une aún más a todos vosotros.
Por último, me dirijo a mi familia, a mis amigos y a los vecinos
de Villamarín de Salcedo. Vosotros fuisteis testigos directos de mi crecimiento
físico, personal y espiritual. Todos sentisteis gran alegría al enteraros de
que Juanín había sido elegido obispo. Estoy seguro de que recordasteis las
palabras de D. Manuel, el cura “vieyu”, cuando “al veme tan penu y tan ruín
preguntábase si d´alguna vez valdría p´alcalde del pueblu”. Ya veis, aquel “neñu
medrou y féxose mozu y con vosotros anduvo a la yerba y detrás de las vacas”.
Misteriosamente, Dios me llamó a ser sacerdote sin mérito alguno por mi parte y
hoy he recibido la plenitud de ese sacerdocio, para amar a todos hasta el
extremo, como Jesucristo nos amó muriendo por nosotros en la cruz. Seguid acompañándome
con la oración y el cariño.
Gracias a todos los que habéis participado en la organización de
los actos de este día, especialmente a la comisión diocesana designada para
coordinar los preparativos y a quienes os habéis ocupado de las múltiples
tareas que se precisan para que una ceremonia como la de hoy pueda celebrarse
con la dignidad de ésta; gracias a los dos presbíteros asistentes, a los
diáconos y a la Schola de la Catedral. ¡Qué Dios os lo pague con su bendición!
Hermanos: Pedid conmigo al Señor, por intercesión del Inmaculado
Corazón de María, nuestra Santina de Covadonga, que su nombre sea santificado,
alabado y glorificado en nuestras vidas, para que los hombres, viendo nuestras
buenas obras, den gloria Dios.
✠ Juan Antonio Menéndez Fernández
Obispo auxiliar de Oviedo
Escudo episcopal de Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández
Obispo auxiliar de Oviedo
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